viernes, 15 de octubre de 2010

Un momento con... Rosita Sánchez

 Texto: Miriam García Camacho
Fotografía: Karlos Velazquez


Rosita es originaria de una zona rural de Ixtlahuaca, Estado de México, proveniente de una familia numerosa, de unos padres que nos dejaron una herencia mayor, que un padre le puede dejar a sus hijos, que es el trabajo, enseñarlo a trabajar, los valores que no los tienen, que es la honradez, la educación, la perseverancia, el respeto; caracterizada por ser una mujer inquieta que no se conformo con los conocimientos gastronómicos de la infancia, estudiosa de la gastronomía mexicana, realizando a lo largo de su vida diversos estudios cursos especiales y diplomados sobre este arte, recibiendo diversos reconocimientos por su aportación a la gastronomía mexicana.

En 1972 abre San Felipe, pero ya había abierto antes “La Fonda Rosita”, He tenido 15 lugares distintos de diferentes categorías. El restaurant más bonito que ha tenido desde su parecer en cuanto a estructura, decoración y mobiliario era “Villa Rosita”, lo hizo en el lugar que había sido el primer mesón de Toluca, cerca de la estación del Ferrocarril, no funciono la situación con mi socio  y me retiré a tiempo. Cuando yo me incursione en la gastronomía era precisamente por tener un negocio propio, era muy diferente a lo que yo había estudiado, los trabajados que yo había tenido, tenía yo deseos de tener algo propio, de salir adelante. Cuando yo abrí “La Fonda Rosita” ya estaba casada y con 3 hijos que mantener; no nació como un restorán, era una fondita, que podían pasar a comprar su comida para llevar, chiquita; pero el señor Naveda (q.e.p.d) fue el culpable de que yo pusiera restorán, porque teníamos una mesita con cuatro sillitas donde nosotros nos sentábamos a comer, mi hermana Lichita, mi hermano Jorge y yo, pero el señor Naveda un día dijo: bueno porque me tengo que llevar yo mi comida, invítenme a sentarme ahí, me siento a comer y me cobran y entonces empezó a comer ahí. Después llegó un señor que trabajaba en la notaria del Licenciado Lechuga, hasta que el señor Naveda terminaba de comer para sentarse él, y entonces se hicieron amigos y nosotros compramos otra mesita entonces así fue creciendo, después ya teníamos seis mesitas, después rentamos el local de junto volvimos a comprar mesitas y ya teníamos diez mesitas, ya éramos restorán (ríe).

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